“Había una vez un ingeniero que fue llamado a arreglar una computadora de la que dependía gran parte del proceso productivo de una importante fábrica.
Sentado frente a la pantalla, oprimió unas cuantas teclas, asintió con la cabeza, murmuró algo para sí mismo y apagó el aparato.
Procedió a sacar un pequeño destornillador de su bolsillo y dio vuelta y media a un minúsculo tornillo.
Entonces encendió de nuevo la computadora y comprobó que estaba trabajando perfectamente.
El presidente de la compañía se mostró encantado y se ofreció a pagar la cuenta en el acto.
-”¿Cuánto le debo? “-preguntó.
– “Son mil pesos.”
– “¿Mil pesos? ¿Mil pesos por unos momentos de trabajo? ¿Mil pesos por apretar un simple tornillito? – ¡Ya sé que mi computadora es una parte fundamental de mi proceso productivo, pero mil pesos es una cantidad disparatada! – La pagaré sólo si me manda una factura perfectamente detallada que la justifique.”
El ingeniero asintió con la cabeza y se fue. A la mañana siguiente, el presidente recibió la factura, la leyó con cuidado, sacudió la cabeza y procedió a pagarla en el acto.
La factura decía: Detalle de servicios prestados: 1. Apretar un tornillo: $1; 2. Saber qué tornillo apretar: $999.
Un Psicólogo Deportivo trabaja con personas o conjunto de ellas (y sus respectivas interacciones), con lo cual entra en juego la subjetividad. La única forma de saber y confirmar que nuestras intervenciones son eficaces es cuando vemos cambios cualitativos y/o cuantitativos en las conductas ejecutadas por quienes nos consultan.
La mayoría de las veces no las vemos, sino que nos las cuentan. Porque la única forma de verlas es estando en el día a día con el jugador o equipo, con lo cual es prácticamente imposible porque para eso hay que estar “full time” con el deportista y eso difícilmente ocurre. Entonces tenemos que buscar la manera (y las hay) de contar con esa información.
Podemos decir que al trabajar con intangibles, o mejor dicho, al ser nuestro trabajo visualizado a través de indicadores (la conducta) es que a veces quienes nos evalúan no llegan a ver los efectos del mismo en el mientras tanto. Porque vale decir que los cambios de conducta llevan tiempo (a veces más, a veces menos) y ni hablar los cambios a nivel de pensamiento y emociones que es lo que sustenta esa modificación visible de la actuación.
Para poder lograrlo hay que prepararse, hay que “saber”, y también hay que “saber hacer”, saber generar las condiciones y el entrenamiento a nivel psicodeportologico para que ese cambio buscado y deseado pueda llevarse a cabo.
Hay mucha gente que puede hablar de lo psicológico y está muy bien, ya que la psicología está lejos de ser un campo exclusivo de los psicólogos. Todos los actores del deporte, cada uno desde su lugar, debe tener conocimiento específico de esta ciencia. También hay mucha gente que puede ofrecer su oído a un deportista o su hombro y no por eso reemplazar al psicólogo deportivo.
La psicología del deporte es intervenir efectivamente, con conocimiento teórico y práctico, para que quienes son destinatarios de nuestro trabajo logren alcanzar su máximo potencial en cuanto a satisfacción y rendimiento, en el caso de deporte de competición.
Para cerrar, lo importante es saber mirar la computadora y saber que tornillo ajustar. Eso te lo da, en primer lugar la formación universitaria, de licenciado en psicología. Luego la especialización formal en Psicología del Deporte. A su vez, el entrenamiento personal en las competencias necesarias para llevar adelante el rol y en último término, la experiencia y pericia adquirida a partir del trabajo aplicado.
Saludos y buena semana!!!
Adriel Levy (MP 1496)
Lic. en Psicología (UCA), Especialista en Psicología Del Deporte (APDA), Experto en Coaching Deportivo (Col. De Psicólogos de Madrid), Dipl. en Gestión del Factor Humano (UCSF).
Semana del Entrenamiento Funcional
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